Los fueros y la bellota
Tras la dominación visigótica, con la ocupación musulmana y su “aversión” religiosa por el cerdo, el aprovechamiento de la bellota para cebar a los cerdos posiblemente se mantuviera en los entornos de población cristiana limitados a las villas, conventos, castillos y abadías feudales protegidas por las órdenes militares.
Poco después de su “reconquista”, en 1236, Montánchez obtiene sus fueros, en los que ya se recoge la existencia de dehesas para la alimentación exclusiva del ganado de cerda. Un año antes tenía Mérida los suyos, en los que también se incluyen disposiciones para regular el uso de la bellota en las dehesas de esta ciudad y su tierra.
Breviario o libro de horas de Isabel la Católica. Siglo XV. Detalle de f6, r. Mes de octubre. © British Library.
A Badajoz también le fueron otorgados sus fueros en los siglos XIII y XIV. Aunque tristemente están desaparecidos, podemos imaginar que también quedaría regulado el uso de estas dehesas para el cerdo en la época de montanera, como ocurre en las ordenanzas viejas de Badajoz, del año 1500 (aproximadamente). En ellas se puede apreciar la importancia que tenía la recolección de leña y otros productos de la dehesa, pero lo más importante era que les permitía proveerse de bellota. De este modo, los representantes de los vecinos tuvieron que luchar frecuentemente para evitar que sus derechos al uso de estos montes, riberas y sotos, les fueran arrebatados, ya que era convencimiento general que “la mejor cosa que esta ciudad tiene es la bellota y montes, enzinales y alcornocales”.
Firma Juan V. Olmos
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