La montanera en los clásicos
Las menciones más antiguas que podemos encontrar sobre el aprovechamiento de la bellota se encuentran en la Odisea. Escrita hace aproximadamente 2.700 años, relata los viajes de Ulises y, en lo que ahora nos incumbe, cómo la hechicera Circe convierte en cerdos a los compañeros del héroe y “les echó de comer bellotas, fabucos y el fruto del cornejo, todo lo que comen los cerdos que se acuestan en el suelo”. Donde claramente el autor nos hace saber que esa era la práctica habitual de cebo de este animal.
El filósofo, geógrafo e historiador griego Estrabón, a principios de nuestra era (s. I d.C.) nos dice que en aquellos tiempos los bosques del norte de Italia tenían bellotas en tales cantidades que Roma se alimentaba fundamentalmente de cerdos cebados con este fruto.
No solo en el norte del país, también cerca de la misma capital del Imperio Romano, especialmente al sur, se describen cerdos de tamaño mediano, más pequeños que los del norte, que vagaban por los montes para comer bellotas, nueces y otros frutos silvestres. También tenemos referencias a manadas de cerdos que se criaban en los bosques que coronan los Apeninos y que se alimentaban de todo tipo de frutos, especialmente bellotas. Nos aseguran, además, que esta práctica era habitual en toda la región del mediterráneo, incluida África.
Virgilio (siglo I a. C.) en sus Geórgicas, una loa a la vida rural, y lo más parecido a un tratado agrícola, aunque en forma de poema, escribió sobre la felicidad que les aportaba la bellota a las piaras que de estos animales criaban los etruscos: “El invierno ha llegado (…) vuelve el cerdo feliz de la copiosa montanera”. Nos explica que es entonces el momento de “varear las bellotas de la encina y las bayas del laurel y la oliva…”, que “de la encina vareada llueven, tan abundantes, las bellotas” y que “los cerdos cascaron la bellota bajo los árboles” (Imagen 1)
En lo que ya sí que constituye algo parecido a un tratado agrícola, Varrón, también a principios de nuestra era, hace referencia a la preferencia de los cerdos por las bellotas y al sabor que aportan a su carne.
Juan V. Olmos
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