España, ya en tiempos antiguos, tenía fama de gran productor de bellota gracias a sus montes que se extendían por, prácticamente, toda la península, hace dos o tres mil años. Sabemos que los iberos las recogían y utilizaban de distintas formas para su alimentación y los autores romanos ya mencionaban su abundancia en España y su uso para engordar a los cerdos.

Por referencias de un historiador griego, Polibio de Magalópolis, que escribió en el siglo segundo antes de nuestra era, sabemos que las bellotas en Iberia eran tan abundantes que en las zonas costeras más escarpadas los atunes se cebaban gordos y grasos con los frutos que caían al mar y que por ello bien se les podía llamar, decía, “los cerdos del mar”.
La importancia de la práctica de este sistema de cebo del cerdo era tan importante que ya los visigodos en el siglo V (Código de Eurico) emitían leyes para regular su práctica. Estas leyes se recogieron posteriormente en el Liber Iudiciorum (siglo VII) y en el Fuero Juzgo, ya en romance en el siglo XIII. En estas obras el capítulo 5 trataba sobre “el pastoreo de los cerdos y la denuncia de los animales errantes” que pretendía evitar que los dueños de los animales aprovecharan ilícitamente el fruto de las dehesas sin pagar el correspondiente diezmo a sus dueños.
Firma de Juan V. Olmos
Comentarios
Deje su comentario