La tradición de la montanera en Inglaterra.
El hecho de que nos conste que, en los siglos IX y X, era frecuente que en Inglaterra se valoraran los bosques en función de los cerdos que podían alimentar, es una indicación clara de que la montanera era una práctica habitual allí también. Incluso obras específicas sobre la legislación de los montes en la Inglaterra del Siglo XVII nos informan de cómo se llevaba a cabo este aprovechamiento, que empezaba en el día de la Cruz (14 de septiembre) y terminaba en San Martín (11 de noviembre), momento en el que se pagaba el derecho (Pannage) a los dueños de los bosques.
En el Siglo IX, Alfredo el Grande estableció en Sajonia un sistema de imposición escalado en función del tamaño o engrasamiento que alcanzaban los cerdos: “Cerdos con más de tres dedos de tocino pagaban una tercera parte, los de dos dedos una cuarta y una quinta parte aquellos con menos grasa”. De la importancia de este sistema nos quedan testimonios que hacen referencia a años en los que la falta de fruto supuso calamidades para la población, como queda recogido en la Crónica Anglo-Sajona para el año de 1116.
En una descripción del sistema en la Inglaterra de principios del siglo XIX, se nos explica como la temporada empezaba a finales de septiembre y duraba seis semanas. El porquero se encargaba de recoger los cerdos de los aldeanos, por los que cobraba un chelín por cabeza, y llegaba a juntar quinientos o seiscientos animales. Para conseguir su obediencia les vareaba la bellota durante horas el primer día, mientras tocaba el cuerno para que así se acostumbraran a su llamada. Los días posteriores ya los cerdos se las apañaban por sí mismos y ya no eran necesario varear más que en el caso de falta de bellota en el suelo.
En el “New Forest” del sur de Inglaterra se ha venido practicando este sistema desde hace siglos. Aunque la propiedad y derechos de caza eran de la nobleza, se autorizaba, normalmente durante sesenta días, de septiembre a noviembre, la entrada de los cerdos de los paisanos para que se alimentaran de las bellotas, hayucos y otros frutos silvestres. Se justifica, además, su práctica, aludiendo a que las bellotas caídas pueden ser tóxicas para las vacas y los ponis). Si la temporada era mala, los propietarios de los cerdos podían solicitar una ampliación. De hecho, hace poco, en 2013, se dio esta situación y se alargó hasta mediados de diciembre). Aunque su capacidad de cebo era de poco más de 500 cerdos, la zona de Hampshire y Wiltshire, donde se encuentra este bosque, siempre ha tenido fama por su dedicación porcina. Tanto es así que el escritor Richard Ford la comparaba con Extremadura, a la que llamaba “El Hampshire de la Península”, donde los pueblos “más propiamente podrían llamarse coaliciones de marraneras”.
Juan V. Olmos
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